Este concepto lo desarrolló la década pasada el economista y matemático libanés Nassim Taleb en su libro titulado, cómo no, «El Cisne Negro: el impacto de lo altamente improbable» (2007). Para el autor, un acontecimiento que pueda ser calificado de esta manera, debe reunir tres condiciones, a saber:
-
-
- El evento es totalmente atípico en cuanto a la valoración de los datos que se tomen para cuantificar el mismo. Está, por tanto, fuera de una escala dada y determinada.
-
- El impacto del acontecimiento es extremo, con graves consecuencias económicas, sociales y humanas.
-
- Es un acontecimiento que puede valorarse e incluso hacerse predecible a posteriori.
-
- La posibilidad de una pandemia a nivel mundial, lleva décadas siendo considerada una posibilidad de riesgo por numerosos Departamentos de Seguridad Nacional, la OMS, las Naciones Unidas y otras agencias públicas y privadas. De hecho, en muchas ocasiones se había advertido a los diversos niveles gubernamentales la escasez general en la preparación de las medidas sanitarias, económicas y sociales de la comunidad internacional frente a la situación.
- Avisos ha habido varios desde la década pasada. El Síndrome Agudo Respiratorio Grave de 2003, La gripe A de cepa H1N1 en 2009, la crisis del ébola del 2015. Ni por la cercanía temporal ni por el impacto de los eventos podría calificarse como totalmente imprevisible una pandemia global. No hay que remontarse 80 años en el tiempo.
- Puede parecer muy tomado por los pelos, pero culturalmente las sociedades tienen cierta preparación mental subyacente. El cine y la literatura vivieron desde principios del siglo XXI un boom de literatura y cine fantásticos en torno a grandes epidemias y apocalipsis sanitarios. Sin pretender en modo alguno hacer comparaciones poco serias entre un fin de la civilización a manos de hordas de zombis y la desgraciada situación COVID, sociológicamente tiene cierta influencia a nivel profundo, en el sentido de que la gente constantemente evoca este subgénero para referirse al momento actual. Es, en cierto modo y salvando las lógicas distancias, una suerte de preparación mental, que nos permite en cierto modo sobrellevar la situación. De todos modos, a veces la ficción se adelanta a la realidad y en este momento es muy recomendable revisitar la película Contagio, de Steven Soderbergh (2011). Muy realista y casi premonitaria.
- Relativizada la primera premisa, la segunda desgraciadamente se cumple. El coste en términos humanos y económicos es enorme y extremo.
- Finalmente, no estamos sufriendo una sucesión de explicaciones tras pasar el evento. Lo primero porque aun estamos siendo muy afectados y lo segundo, porque de hecho lo que hay es a veces sobreexposición informativa y una enorme velocidad de generación de datos; lo que hace que la relevancia, fiabilidad, oportunidad e integridad de la información se vean comprometidas seriamente. Ejemplos de datos parciales, medidas contradictorias y explicaciones incoherentes en todo el mundo son abundantes. Y en España la información ofrecida por autoridades gubernamentales es directamente cuestionable tanto en el sentido de la información en sí, su contenido y los propios emisores. Cuando no directamente sus fines.
Por todo lo expuesto, es por lo que considero que la calificación de Cisne Negro de esta situación no es la más correcta. Y no debe de perderse de vista que tal definición pudiera ser adecuada para formar inicialmente un marco conceptual que permitiera desarrollar un conjunto -inicial- de explicaciones y en última instancia un conjunto de acciones tanto para el momento presente como a futuro. Pero lo que me temo es que se está utilizando el concepto como sinónimo de algo imposible no ya de predecir, sino de imaginar. Y, por tanto, una justificación de pobres resultados y altas pérdidas. En definitiva, una excusa con un poético nombre.