La poética Teoría del Cisne Negro

Este concepto lo desarrolló la década pasada el economista y matemático libanés Nassim Taleb en su libro titulado, cómo no, «El Cisne Negro: el impacto de lo altamente improbable» (2007). Para el autor, un acontecimiento que pueda ser calificado de esta manera, debe reunir tres condiciones, a saber:

      • El evento es totalmente atípico en cuanto a la valoración de los datos que se tomen para cuantificar el mismo. Está, por tanto, fuera de una escala dada y determinada.
      • El impacto del acontecimiento es extremo, con graves consecuencias económicas, sociales y humanas.
      • Es un acontecimiento que puede valorarse e incluso hacerse predecible a posteriori.
El libro está escrito menos de un año antes del comienzo de la Gran Crisis del año 2007 en los Estados Unidos. En ese momento, comienza a producirse de forma fulgurante una caída del mercado inmobiliario y una sucesión de quiebras bancarias y del sector asegurador de la que no había precedentes desde la Gran Depresión de 1929. Los expertos consideraban imposible que una situación como aquélla se pudiera producir en un sistema financiero infinitamente más desarrollado que el de los años 20 del siglo pasado. Y, sin embargo, sucedió.
La velocidad de propagación mundial de la crisis estadounidense al resto del mundo fue enorme y casi todos los países sufrieron la incidencia, con especiales daños en aquellos en que la especulación inmobiliaria había sido fomentada por el gobierno como solución de creación de empleo y recaudación fácil de impuestos. Ejemplo paradigmático de los efectos y las consecuencias devastadoras fue España.
El impacto provocó pérdidas económicas de más de 2 billones de dólares a la economía mundial, que simplemente, se desvanecieron. El impacto social fue enorme. En España en menos de dos años se multiplicó por tres la tasa de desempleo, se hundió la recaudación fiscal y se multiplicó por casi cinco el déficit público. Por no hablar de la deuda pública.
Fue cuando se estaban recogiendo los escombros, cuando se comenzó a entender y, por tanto, poder explicar qué había sucedido y las causas reales de la debacle, puesto que hasta antes de la crisis muy poca gente había observado y menos aún con preocupación, el desacople estructural entre economía real e instrumentos financieros cada vez más complejos, que hacían ininteligible su funcionamiento e impacto aun a los expertos.
De nuevo el concepto resurge en los últimos tiempos para tratar de explicar el fracaso relativo (absoluto en algunos casos nacionales) que se produjo durante el año 2020 a causa del la enfermedad COVID-19 que tanto sufrimiento está causando a nivel global y a Europa y Estados Unidos en particular.
Sin embargo, el concepto aplicado al caso que nos ocupa, no es en mi opinión aplicable, pues falla en dos de las tres premisas para considerarse un evento impredecible, con profundas consecuencias y explicable sólo a posteriori. Y es que:
  • La posibilidad de una pandemia a nivel mundial, lleva décadas siendo considerada una posibilidad de riesgo por numerosos Departamentos de Seguridad Nacional, la OMS, las Naciones Unidas y otras agencias públicas y privadas.  De hecho, en muchas ocasiones se había advertido a los diversos niveles gubernamentales la escasez general en la preparación de las medidas sanitarias, económicas y sociales de la comunidad internacional frente a la situación.

 

  • Avisos ha habido varios desde la década pasada. El Síndrome Agudo Respiratorio Grave de 2003, La gripe A de cepa H1N1 en 2009, la crisis del ébola del 2015. Ni por la cercanía temporal ni por el impacto de los eventos podría calificarse como totalmente imprevisible una pandemia global. No hay que remontarse 80 años en el tiempo.

 

  • Puede parecer muy tomado por los pelos, pero culturalmente las sociedades tienen cierta preparación mental subyacente. El cine y la literatura vivieron desde principios del siglo XXI un boom de literatura y cine fantásticos en torno a grandes epidemias y apocalipsis sanitarios. Sin pretender en modo alguno hacer comparaciones poco serias entre un fin de la civilización a manos de hordas de zombis y la desgraciada situación COVID, sociológicamente tiene cierta influencia a nivel profundo, en el sentido de que la gente constantemente evoca este subgénero para referirse al momento actual. Es, en cierto modo y salvando las lógicas distancias, una suerte de preparación mental, que nos permite en cierto modo sobrellevar la situación. De todos modos, a veces la ficción se adelanta a la realidad y en este momento es muy recomendable revisitar la película Contagio, de Steven Soderbergh (2011). Muy realista y casi premonitaria.

 

  • Relativizada la primera premisa, la segunda desgraciadamente se cumple. El coste en términos humanos y económicos es enorme y extremo.

 

  • Finalmente, no estamos sufriendo una sucesión de explicaciones tras pasar el evento. Lo primero porque aun estamos siendo muy afectados y lo segundo, porque de hecho lo que hay es a veces sobreexposición informativa y una enorme velocidad de generación de datos; lo que hace que la relevancia, fiabilidad, oportunidad e integridad de la información se vean comprometidas seriamente. Ejemplos de datos parciales, medidas contradictorias y explicaciones incoherentes en todo el mundo son abundantes. Y en España  la información ofrecida por autoridades gubernamentales es directamente cuestionable tanto en el sentido de la información en sí, su contenido y los propios emisores. Cuando no directamente sus fines.

 

Por todo lo expuesto, es por lo que considero que la calificación de Cisne Negro de esta situación no es la más correcta. Y no debe de perderse de vista que tal definición pudiera ser adecuada para formar inicialmente un marco conceptual que permitiera desarrollar un conjunto -inicial- de explicaciones y en última instancia un conjunto de acciones tanto para el momento presente como a futuro. Pero lo que me temo es que se está utilizando el concepto como sinónimo de algo imposible no ya de predecir, sino de imaginar. Y, por tanto, una justificación de pobres resultados y altas pérdidas. En definitiva, una excusa con un poético nombre.

P.S. Parece que la expresión en sí hace referencia a que un cisne de ese color no era conocido en Europa antes de la Era de los Descubrimientos. De hecho, existía la firme convicción de que el cisne sólo podía ser blanco. Es una metáfora de la limitación de nuestro conocimiento, máxime cuando la misma se ancla a una sucesión de experiencias y observaciones, que nos permiten categorizar lo que existe y lo que no.

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